Los manuscritos de Leonardo revelan el inmenso esfuerzo que realizó para adquirir los conocimientos más avanzados en todos los campos del saber. Para conseguir tal objetivo, no sólo se dedicó a realizar inquisitivas y penetrantes tareas de observación y a idear geniales experimentos. Adquirió y leyó una enorme cantidad de libros de autores clásicos, medievales y contemporáneos. Tan profunda era su atracción por los libros que lo llevó a formar una gigantesca biblioteca privada, sobre todo para un constructor al que le gustaba definirse a si mismo como un “hombre iletrado” (“omo senza lettere”): aproximadamente 200 obras entre manuscritos y obras impresas.

La exposición relata el amor de Leonardo por los libros, poniendo especialmente de manifiesto su acercamiento creativo a la lectura. Incluso cuando se encuentra ante las afirmaciones de los autores más acreditados, Leonardo nunca se limita a asimilarlas pasivamente: se despierta instintivamente en él el beneficio de la duda, al tiempo que la fulgurante intuición de los vínculos con multitud de problemas que aparentemente no tenían ninguna relación.

Del Leonardo lector aflora con nitidez la mente del Hombre Universal.